Lo que Ningún Niño Necesita que le Enseñen

aprender a jugarUna de las principales preocupaciones de padres, maestros y educadores hace referencia a cómo transmitir conocimientos a los niños. Sabemos que necesitan aprender muchas cosas para adaptarse a la vida, y dado que queremos lo mejor para ellos, se las queremos enseñar.

Lo que no siempre tenemos presente es que esto no quiere decir que no sepan absolutamente nada. Los bebés que llegan a la Tierra no son cajas vacías que lo tienen que aprender todo. Sí saben cosas, y muchas.

Y una de estas muchas cosas que saben, la saben incluso mucho mejor que nosotros. Pero nosotros, en nuestro afán por enseñarles sin parar, intentamos enseñársela igualmente. Y la situación se vuelve un poco absurda, porque quien debería mirar y aprender intenta hacer de maestro, y el que en realidad es el maestro no entiende qué demonios está haciendo el otro.

Hablo de cuando un adulto intenta enseñar a un niño lo que los niños saben hacer mejor que nadie: jugar.

Ningún Niño Necesita Aprender a Jugar

No hay ningún niño que necesite aprender a jugar. Ninguno. Para ellos, la vida es un juego constante, y si ningún adulto los interrumpe, juegan y experimentan sin parar.

Los adultos lo sabemos perfectamente, pero no sé muy bien porqué, nos sentimos casi obligados a intervenir. Quizás es la necesidad de controlar la situación, quizás tenemos miedo de que sin nosotros no lo consigan, o quizás creemos que es parte de nuestra responsabilidad como padres.

Sea cual sea el motivo, el caso es que nos ponemos por medio y les empezamos a enseñar juegos: «mira, si pones las piezas así harás un castillo», «ven, que vamos a jugar al escondite, ponte aquí y cuenta hasta a diez «, «ahora nos agarramos las manos, y haremos un círculo para cantar», etc.

Siempre lo hacemos con buena intención, pero el caso es que solo conseguimos una cosa, y no precisamente positiva: alejarlos de su propia capacidad de jugar.

Si tienes niños pequeños cerca, fíjate en la cara que ponen las primeras veces que les pasa esto: no entienden nada y no se lo pasan bien. Ellos estaban tan tranquilos jugando, y de golpe les han roto el ritmo sin motivo aparente.

Con el tiempo se acostumbran, y entonces sí que empiezan a pasárselo bien. Pero esto no es una buena señal, sino todo lo contrario: quiere decir que su propia creatividad se está durmiendo y que empiezan a necesitar ayuda externa para jugar.

Juega con Ellos, pero No les Enseñes

Todo esto no quiere decir que los padres no podamos jugar con los niños, en absoluto, simplemente que no debemos adoptar el rol de maestro en cuanto a los juegos. Si hay un maestro en este caso, es el niño. Y si alguien tiene que aprender, somos nosotros. De hecho, podemos aprovechar para recordar cómo se juega, que un poco de falta sí nos hace.

Hay varias maneras de hacerlo: podemos hacer compañía a nuestros hijos mientras ellos juegan, e intervenir solo cuando lo piden; podemos participar del juego, pero como si fuéramos un niño más, no como alguien que marca las reglas, etc. Lo más importante es que no interfiramos su creatividad innata con nuestras ideas.

Ellos no ganan nada viendo como nosotros construimos una torre o un castillo. Y tampoco les aporta gran cosa que les enseñemos las reglas del «pilla- pilla» o del corro de la patata. Ya las aprenderán con otros niños, si es necesario. Ganan mucho más si tienen tiempo y espacio para expresarse libremente y desarrollar su creatividad.

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